lunes, 28 de septiembre de 2009

NO A KRAFT- TERRABUSI


No importa que la conducción gremial del conflicto sea ultra y maximalista.
No importa que luego se 'enganchen' en el conflicto todos los pelajes de la izquierda oportunista.
No importa que en la administración del conflicto hayan estado, acaso, errados.
No importa.Nada de eso.
Cuando una fábrica queda ocupada por la policía,Cuando detienen a laburantes adentro de su lugar de trabajo,Cuando los cagan a palos,Cuando los echan pisoteando la legalidad laboral,Cuando el Ministerio de Trabajo -lejos de lo mejor de las administraciones kirchneristas- mira para otro lado,Cuando hace un año la violencia agropiquetera se adueñó de las rutas argentinas y hasta el día de hoy sigue impune,
Nos choca inmensa y enormemente, nos violenta y nos crispa, la represión a la clase trabajadora.
Evita decía que "si la Argentina ya fuera grande y el pueblo feliz, ser peronista sería un derecho, pero en las actuales circunstancias, ser peronista es una obligación".
Podemos parafrasearla diciendo que "si la argentina fuera grande y el pueblo feliz, la lucha de los trabajadores sería un derecho, pero en las actuales circunstancias, es una obligación"._
gracias a Sirinivasa ( BLOG DATOS DUROS)

domingo, 13 de septiembre de 2009

El monopolio, sin la bendición de Dios

MIRADAS AL SUR - El proyecto de ley de Servicios Audiovisuales que se debate en el Congreso es “un paso adelante para los que hoy no tienen voz”. La definición, en boca del vocero de la Conferencia Episcopal Argentina, significó un duro revés para el poderoso lobby del Grupo Clarín.

El poderoso lobby que el Grupo Clarín desplegó contra la ley de Servicios Audiovisuales sufrió esta semana un duro revés cuando la Iglesia Católica se desmarcó del multimedios y el vocero de la Conferencia Episcopal Argentina, presbítero Jorge Oesterheld, declaró que la ley que se debate en el Congreso es “un paso adelante para los que hoy no tienen voz”, al permitir que las organizaciones intermedias, universidades e instituciones puedan tener acceso a medios de comunicación y agregó que la creación de “radios comunitarias coincide con las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia”. La nueva postura de la Iglesia implica un giro copernicano respecto de la actitud inicial, cuando la jerarquía religiosa cedió ante la presión del lobby mediático y opositor y apareció alineada con el reclamo que se pospusiera el debate para después del 10 de diciembre.

“Radiodifusión: la Iglesia pidió que la ley la trate el próximo Congreso”, tituló el pasado 29 de agosto el diario Clarín. Las letras de molde que ocupaban todo el ancho de la página eran una respuesta al anuncio formulado el día anterior por Cristina Fernández de Kirchner de que enviaría la ley al Congreso para su tratamiento.

El artículo de Clarín estaba ilustrado con una foto del obispo de Mercedes-Luján y presidente de la Comisión Episcopal de Comunicación Social, Agustín Radrizzani, que había asistido a la cena mensual de la Asociación de Entidades Periodísticas (Adepa).
Radrizzani es uno de los miembros de la jerarquía católica que más diálogo mantuvieron con el Gobierno, aun en los momentos más tensos de la relación entre Néstor Kirchner y Jorge Bergoglio. El prelado –que había estado en el teatro de La Plata cuando la presidenta presentó el anteproyecto de ley– no había asistido al anuncio en la Casa Rosada y horas más tarde se presentaba en Adepa.
El artículo de Clarín generaba la sensación de que la Iglesia se había alineado con el pedido de la oposición de que la ley no fuese tratada por el actual Parlamento. La nota ponía en boca del obispo Radrizzani frases –que no estaban entrecomilladas–, que no correspondían de manera textual al sacerdote que aparecía en la foto, sino al discurso del propio Clarín.

Lo curioso es que el obispo Radrizzani no hizo estas declaraciones desde el púlpito de una Iglesia, sino desde el atril de Adepa, una entidad en la cual el Grupo Clarín tiene un explicable protagonismo. Tampoco lo hizo por voluntad propia o divina, sino en respuesta a una intencionada pregunta de uno de los prestigiosos miembros de Adepa. Pero lo más llamativo es que aquella opinión de Radrizzani que generó un título de catástrofe en Clarín y en algunos otros medios, no fue divulgada por un comunicado del Episcopado sino distribuida a través de un comunicado de Adepa.
De todos modos, en aquella cena, Radrizzani también recordó a los empresarios las palabras del papa Benedicto XVI cuando dijo que “las nuevas tecnologías deben estar al servicio de todos y especialmente para los más débiles”.
La declaración de Radrizzani en Adepa, a la que se sumó la del obispo Jorge Casaretto, que además preside la Comisión de Pastoral Social, que equivale al ministerio político del Episcopado, pusieron en práctica aquella máxima de “ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”; es decir al multimedios.
Además de los estrechos lazos que algunos miembros del directorio de Clarín mantienen con la cúpula de la Iglesia, el ex vocero del cardenal Jorge Bergoglio, Guillermo Marcó es uno de los más sigilosos operadores del grupo multimedios en el riñón de la Iglesia. Su vocación por ocupar espacios de poder es motivo de frecuentes fricciones con un número creciente de obispos. No es ésta la primera vez que el ex vocero del cardenal Bergoglio genera malestar en el petit hotel que aloja al Episcopado. En octubre del 2006 Marcó había dicho que “el presidente de la Nación (Néstor Kirchner) alienta los odios”. Esa declaración le valió una desmentida oficiosa en el sentido de que “los dichos del padre Marcó son estrictamente personales y no corresponden ni al Arzobispado ni a la persona del arzobispo”. Poco después el cura fue removido de su cargo como vocero. Ahora es responsable de la pastoral universitaria en Buenos Aires y realiza algunas actividades periodísticas –sanctas y otras non-sanctas–, vinculadas al Grupo Clarín.
El 7 de agosto último, Clarín tituló: “El Papa llamó a reducir el ‘escándalo’ de la pobreza en la Argentina”.
Pero el urgente mensaje papal no era tal: estaba fechado en mayo –es decir–, tres meses antes, pero ese dato fue omitido en Clarín y en la página web del Episcopado, para dar una falsa sensación que se trataba de un tema de acuciante actualidad.
Fuentes del Episcopado atribuyen a la mano de Marcó la difusión de las añejadas declaraciones del Pontífice sobre su preocupación por la pobreza en Argentina.
Nadie menciona a Marcó de manera explícita como lobista de Clarín en la sede del Arzobispado, pero esto se debe a que los sigilosos obispos no quieren darle a Marcó una relevancia que no le reconocen.
Paralelamente, los sectores progresistas de la Iglesia y particularmente aquellos vinculados a las emisoras católicas se movilizaron en favor de la ley que concede a los cultos la posibilidad de acceder a licencias de radiodifusión.
La propia Iglesia Católica tiene más de mil radios truchas en el país que cumplen distintos servicios, han celebrado congresos y funcionan en cada jurisdicción bajo la atenta mirada del obispo responsable. Sin embargo, esto no ocurre en todos los casos.
La radio del obispado a cargo de Radrizzani –en la que debieran difundirse las enseñanzas de la Iglesia–, tiene la frecuencia concesionada a un empresario privado que en la Capital Federal emite Radio Concepto. Muchos expertos en medios sostienen que la desidia –o los negocios– que signaron el desmanejo de medios de la Iglesia ha contribuido a la proliferación en el éter de sectas esotéricas, sanadores milagreros y al imparable avance de las emisoras evangélicas. En muchos casos, las emisoras abandonadas o subalquiladas por la Iglesia han sido sepultadas por el avance de otros grupos con intereses absolutamente terrenales.
Esta semana, el obispo Agustín Radrizzani, participó en la audiencia pública realizada en el Congreso para discutir el proyecto de ley. Su presencia anticipaba el simbólico viraje que se estaba produciendo en la Iglesia. Radrizzani consideró “de máxima importancia que el debate se dé en un marco de racionalidad en el que se garantice una participación plural de los ciudadanos y se evite cualquier manipulación de la información para beneficio de unos pocos”.
También señaló que “es tan importante cuidar que la economía no maneje la política de las comunicaciones, como cuidar que la política no busque intereses ideológicos ni económicos en la utilización de los medios”.
“Es primordial velar entre todos para respetar el espíritu en que la ley fue concebida. La participación plural y democrática deberá aparecer en el tratamiento y reglamentación de la ley, como también en su aplicación”, subrayó.
El cambio de postura de Radrizzani, y el desmarque de la Iglesia de la línea del Grupo Clarín no fue obra de un milagro. Todo lo contrario. Fue producto de sesudas meditaciones por parte del enigmático Cardenal Jorge Bergoglio. Con su bajísimo perfil, el andar apresurado y la voz tenue, Bergoglio es la encarnación del pragmatismo de una Iglesia que busca dejar atrás las sombras de un tortuoso pasado y reencontrarse con sus fieles.
Pese al intenso trabajo de lobby, finalmente primó el gris pragmatismo del Cardenal Jorge Bergoglio que evaluó que la Iglesia no puede desperdiciar esta oportunidad porque la ley beneficia a la Iglesia.

sábado, 12 de septiembre de 2009


“En el Medioevo se preguntaba por Dios, nosotros preguntamos por el precio”

ENTREVISTA A HUGO MUJICA
Por Agustín J. Valle y Patricio Diego Suárez (revista Zoom)
El poeta, cura y ensayista sostiene que “estamos colonizados por el lucro” y que “entendemos la muerte como un desperfecto que pronto va a ser arreglado.” Lúcido en cada respuesta, habla de su último libro, afirma que “la cultura tiene que generar sentido, porque si no genera violencia” y se explaya: “Que además de robarte te maten porque es gratis, señala la necesidad de dejar una marca.”

Poeta, ensayista y cura, Mujica hace bastante difícil la tarea de entrevistarlo: después de que contesta, con su lucidez para asociar ideas y fenómenos y su personalísimo trato con la palabra, uno naturalmente se quedaría callado procesando; es preciso un esfuerzo para repreguntar.
Habla desde una larga experiencia de estudio y búsquedas vitales: nacido en Avellaneda en 1942, vivió toda la década del ’60 en Nueva York; pintaba, y estudió Filosofía, la Teología, las Bellas Artes, como dice él, disciplinas de lo “inútil”. Fue a la India y se conectó el gurú que revolvía las cabezas de la beat generation, pero luego viajó a Europa, y en el norte de Francia encontró un convento, de la orden Trapense, donde experimentó “sensación de pertenencia”, de manera que allí se quedó, siete años, bajo voto de silencio. Y allí comenzó a escribir poesía. Luego volvió acá, estuvo un año en el campo, donde escribió su biografía y luego la quemó. Hoy, traducido y editado sin cesar alrededor del mundo, da misa los domingos en la Iglesia de Ayacucho y Santa Fe, y sostiene su vida “en el acto de creación”.
La pasión según Georg Trakl, su último libro editado por el prestigioso sello español Trotta, ilumina desde el ensayo y la poesía la obra del poeta austriaco, cocainómano, partícipe de la primera Guerra Mundial y suicidado a los 27 años, inmolado por la desintegración de Occidente. Explica el autor: “Al derrumbarse una cultura, la idea del nihilismo empieza a ser tematizada. Una cultura se trata de un discurso, simbolizado e institucionalizado, sobre un pacto de valores que una comunidad decide poner en marcha. Y el nihilismo expresa la caída de lo Uno, del fundamento legalizador de un sistema que había servido por milenios. Ese Uno fue Dios, fue la Historia. Su caída significó el desmembramiento de la cultura occidental. Y como vemos hoy, sin cultura no podemos vivir.”

—¿A qué se refiere con lo que vemos?

—Desprovistos de cultura, tenemos vivencias pero no contamos con ningún discurso o representación que las signifique. Por un lado vivimos más que nadie, pero por otro no sabemos para qué. Y eso va generando un desierto de sentido. La cultura tiene que generar sentido, porque si no genera violencia.

—¿Ve actualmente más violencia que en épocas anteriores?
—Violencia ha habido siempre. Lo que aparece como novedad es su gratuidad. Que además de robarte te maten porque es gratis, señala la necesidad de dejar una marca, una necesidad de sentido. Para mucha gente, es tal el sentimiento de estar de más en el mundo, que el hecho de poder dejar una marca pasa a serles relevante. Y las marcas siempre tienen que ver con la violencia. Un cuerpo acariciado no tiene marcas, es el cuerpo torturado el que las tiene. Y no es meramente un tema de pobreza. Entendemos la pobreza siempre desde la materialidad, y yo creo que la gran exclusión de nuestra cultura es la exclusión del sentido y no la exclusión de la comida.

—¿Se trataría digamos de “reculturizar”?
—Hemos relegado las vinculaciones que extraían precisamente sentido y significado de la realidad. El ámbito lógico y racional de la funcionalidad, al conseguir sus resultados, fue colonizando casi la totalidad de nuestra cabeza. Ahora nuestro cerebro funciona pero no sabemos generar sentido, y el mundo queda regido cada vez más por esa razón operativa o instrumental.

—¿Cómo es esa razón dominante?
—La quintaesencia actual de nuestra cultura es el lucro. A diferencia del Medioevo en que se preguntaba por Dios, o la Antigüedad en que se investigaba sobre la physis y la naturaleza, nosotros preguntamos por el precio. Estamos colonizados por el lucro, por lograr resultados, y el resultado es siempre material. Eso es lo que nos quedó: el mercado.

—¿Cuál es el rol efectivo de la Iglesia actualmente? Tiene una tradición canalla pero también en los últimos años fue una de las voces que más denunció la degradación de las condiciones de vida. ¿Qué es hoy la institución Iglesia?
—No siempre fue una voz alternativa. En los ’90 la Iglesia estuvo bastante cerca del statu quo. Es más, Quarracino rompió todo protocolo para mostrar que gobierno e Iglesia (él y Menem) estábamos como chanchos. Por otra parte, la iglesia como institución pertenece al mundo que se terminó. Hace rato que los católicos son protestantes, deciden por sí mismos. El Papa podrá decir “no forniquéis”, pero la gente en la cotidianeidad decide ella misma sobre la moral. Lo que queda es esa autoridad generada a partir de los medios de comunicación.
Además, hoy ya nadie lee las escrituras, ni los curas. Pero la gente sigue teniendo una fe dentro de una institución, aunque independiente de ella. Y una fe también colonizada por la época. Si vos le preguntás a alguien por qué está en la Iglesia, te contesta que le hace bien, cuando históricamente la quintaesencia de la religión era estar en la iglesia por Dios y no por mí.

—¿Eso también explica el crecimiento de las iglesias pentecostales?
—No, creo que la multiplicación es la forma es que se atomizan las cosas. Todas estas sectas aparecen como desintegración de una iglesia protestante que era fuerte, y más fundamentalista en el control que la Iglesia católica. Todo eso pertenece a la desmembración del Uno.

El cinismo o la creación

—¿Quién fue Georg Trakl, y qué fue lo que quiso recuperar de su vida en este libro?
—Trakl fue un poeta que vivió a principio de siglo XX la caída del Imperio Austrohúngaro, el momento disolutivo de Occidente. Fue un autor que corporizó ese desgarramiento, expresó una sed de valores frente al desierto que avanzaba y puso el cuerpo realmente hasta el desgarro. Terminó matándose. Pero también hizo creación y poesía, esa fue su apuesta, no entrar en el nihilismo, sino crear aquello que no estaba.

En un verso del libro, el cinismo aparece nombrado como “la lucidez del nihilismo”. ¿Qué diría que es el cinismo actualmente y cuál su efecto político?
—Creo que hoy hay una forma de realismo que es ser cínico, aceptar una realidad que aliena y tala de forma directa muchas de nuestras dimensiones humanas. El cinismo es la resignación de la frase “es lo que hay”, esa complacencia con la realidad y a la vez la incomodidad política con uno mismo, que impide que la aceptemos desde un sí. Entonces usamos la máscara del cinismo para simular que estamos afuera.

—En cuanto a esa realidad que nos tala, si no se quiere un retorno hacia lo Uno, ni reaccionar cínicamente, ¿qué actitud cabe?
—El cinismo o la creación. Entender que lo que no hay, es precisamente el espacio a llenar. Ya tenemos hecha toda la crítica sobre el sistema, pero sucede que la crítica sigue siendo parte del sistema. Hoy tenemos la posibilidad de darnos cuenta que el vacío no sólo es el lugar de la queja, sino también el momento para dar un salto.
—¿Ese vacío es algo que viene dado, o también algo a producir, en esta cotidianidad tan saturada?
—No, el vacío no se puede producir. Lo que podemos hacer es sacar aquello con que lo tapamos, podemos deconstruir. Una de las inteligencias del capitalismo fue mercantilizar el vacío. Pero el vacío como tal, como se expresa en el silencio y todas esas palabras pasivas, está ahí y somos nosotros los que no lo soportamos. Nuestra tarea es permanecer ahí hasta que algo se dispense, hacer del vacío un espacio de creación.
El dolor y la muerte
—En el libro se insiste sobre el rol del sufrimiento y el dolor como elementos positivos de la vida.
—Hay muchísimas culturas que no tienen una valoración negativa del dolor, somos nosotros los que adoptamos esa posición. Yo creo que el dolor es constitutivo, y lo recibo como un don, como algo otro que está abriendo espacio en mí, algo a lo que estoy atento, para poder oír qué palabra nueva trae.
Creo que así como el amor expande, el dolor es la forma en que la vida ahonda en nosotros. Esos son los dos movimientos de la vida. Nosotros nos anquilosamos en lo dado, en lo ya tenido, y el dolor es precisamente lo otro, tan otro que no podemos racionalizarlo. El dolor es dolor, por el hecho de que no le encontramos el sentido. Y el sentido es precisamente lo que el dolor está creando cuando aparece.
—¿De dónde proviene esa negación del dolor?
—Lo que nos molesta del dolor, esencialmente es que se trata de la alteridad en nosotros. Es de alguna forma, el anuncio de la muerte, esa alteridad última que va a disponer de nuestra vida y con la que no podemos negociar. En el fondo de la negación está la enorme apuesta de occidente, la creencia de que íbamos a terminar controlándolo todo. En ese sentido, la cultura burguesa tiene por antonomasia el deseo de seguridad, trata de tomar decisiones que le permitan dejar de tomar decisiones. Agarrás un pedacito, decís que es todo, y ahí te encerrás.
—¿Hoy continúa ese proyecto de control total? ¿La ciencia y la cibernética apuntan hacia allí?
—Claramente. Entendemos la muerte como un desperfecto que pronto va a ser arreglado. Hemos inventado un sistema que no nos permite darnos cuenta de que estamos mitad muertos. Tenemos la sensación cultural de que al mirar para atrás está nuestro pasado, cuando en realidad en el pasado estamos muertos. Esa metáfora del camino es una falacia. En realidad la vida es una llama que se va extinguiendo. Llegado el momento en que no tiene desde sí misma cómo carburar, se apaga. Vamos muriendo naturalmente, pero la película de la memoria genera en nosotros esa ilusión de que todavía estamos en lo que fuimos.
—¿Qué rol vital vendría a cumplir la muerte?
—La muerte sigue siendo la finitud del hombre, ese misterio último que va disponer de lo que vos creías que era tu vida, y finalmente no lo era: te fue dada, y después te es quitada. Comprender el dolor es comprender esa finitud, y paradójicamente pareciera que en el fondo de esa finitud, una vez aceptada, aparece la gratitud, el sentido definitivo de la vida.

martes, 8 de septiembre de 2009

“Es necesario romper el peronómetro”

Entrevista a Eduardo Jozami, autor de Dilemas del peronismo.
Político y académico, en su último trabajo asegura que el kirchnerismo se encuentra en la encrucijada de optar entre la gobernabilidad y la profundización de su proyecto. Y augura más de un candidato justicialista para las elecciones de 2011.
Ex frepasista. Jozami integró junto a Carlos “Chacho” Álvarez la experiencia del peronismo disidente de los noventa.
“El peronismo, crece o perdura, pero no es exactamente una cáscara vacía, tiene una cultura y una identidad propia, aunque cada vez es más difícil relacionarla con un proyecto político definido. Además, en los últimos años se instaló la idea de que es necesario algún tipo de pertenencia al peronismo para poder gobernar. Y por eso todos se dicen peronistas, el caso más flagrante es el de Francisco de Narváez, que compra la biblioteca de Perón porque tiene mucha plata; entonces, se hace peronista. Es como el gordito que se compra la pelota”.
La frase pertenece a Eduardo Jozami, periodista, escritor, docente universitario, ex legislador y autor del reciente libro Dilemas del peronismo. Ideología, historia política y kirchnerismo.
–El principal problema para trabajar el peronismo es la imposibilidad o multiplicidad de definición ¿no?–
La gran ruptura se produjo a partir de Carlos Menem, porque antes, a pesar de los tremendos conflictos que hubo entre el sindicalismo, López Rega, Montoneros, había ciertas cosas reivindicadas por todos. Desde el simbolismo de abrazarse con el almirante Isaac Rojas hasta la adopción de la economía neoliberal, el menemismo produjo un quiebre respecto de la tradición, pero aceptada por el 95 por ciento de la dirigencia justicialista. Eso dio pie a diversas interpretaciones, en parte desacertadas. La más apologética decía: esto es lo que exige hoy la realidad internacional, Juan Perón era un pragmático, gobernó con el nacionalismo en el 45 y ahora Menem, después de la caída del Muro, hace lo que hay que hacer. Para esa versión, el peronismo era la adaptación pasiva de los cambios internacionales. Otra visión fue la del Frepaso, que terminó pensando que como Menem había vaciado el peronismo, y ya no podía salir nada interesante, los rescatables tenían que venir a esta nueva estructura. Pero eso entró en contradicción cuando se produjo la alianza con los radicales. Kirchner mostró que había en el peronismo sectores que seguían pensando en políticas nacionales y populares. Lo que me parece es que el Partido Justicialista en su generalidad dejó de ser una herramienta de transformación.
–¿Cuál es el dilema del peronismo?–
Es que el kirchnerismo, por cuestiones de gobernabilidad, no puede prescindir del partido, no puede apartarse de la tradición nacional, pero después de las elecciones del 28 de junio, demuestra que dentro del PJ difícilmente ese proyecto pueda ser hegemónico.
–Pero esa hegemonía tampoco parece notarse en el electorado peronista que puede votar tanto a Cristina como a De Narváez.–
Es que es una identidad muy presente, pero muy diluida. La gente está más dispuesta a votar a un peronista que a otra cosa, pero la fidelidad se ha relativizado bastante. ¿Por qué la gente de tradición peronista voto a De Narváez?, ¿por qué cree que De Narváez es peronista? Yo creo que no. No vota porque uno es más auténticamente peronista que otro. Las lealtades son efímeras. Hay una cultura peronista donde algunos valores se mantienen y apelan a un contenido simbólico.
–¿Y el dilema del kirchnerismo?–
Su situación es complicada porque se le pide dos cosas que podrían ser contradictorias: por un lado, que defina más claramente el proyecto político para que el kirchnerismo no se diluya; pero, por otro, que Cristina asegure la gobernabilidad hasta 2011. Definir y darle coherencia al proyecto significa más conflicto con el PJ, y la gobernabilidad depende de diputados senadores y gobernadores del PJ, no de Carta Abierta.
–La acusación que se le hace al kirchnerismo de que no son peronistas surge del propio PJ.–
El peronismo vivió una crisis profunda en 1973 con la vuelta de Perón, cuando la izquierda y la derecha se acusaban de no ser peronistas. Pero hoy es necesario romper el peronómetro. Hay peronistas que miran al poder económico y la Iglesia, por ejemplo, y otros que miran hacia políticas sociales y tienen una mayor preocupación por la redistribución del ingreso. Los que acusan a los K de ser montoneros se olvidan de que esa tendencia tiene tanta tradición dentro del peronismo como la otra. ¿Se puede recomponer anulando estas diferencias? Difícil que pueda hacerlo detrás de un único candidato en 2011.
Hernán Brienza ( critica digital)
08.09.2009

domingo, 6 de septiembre de 2009

Adhesión al tratamiento de ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en Mercedes

A esta nota la acompañamos con los fundamentos (21 puntos) www.coalicion.org.ar de dicho proyecto en los cuales trabajaron mas de 300 organizaciones sociales , profesionales, federaciones de la comunicacion etc.

jueves, 3 de septiembre de 2009

"SI SE QUEDAN EXPORTANDO TRIGO Y CARNE, VAN A ESTAR RELEGADOS FRENTE AL RESTO DEL MUNDO"


ENTREVISTA A HA JOON CHANG, GURU DE LA HETERODOXIA ECONOMICA
Por Nadia Lazarowski
El economista coreano considera que nuestro país debe dejar atrás el viejo modelo agroexportador y encarar una fuerte política industrial. Pero recomienda que los bajos salarios no sean la ventaja competitiva. “Argentina no es China”, sostuvo. Consultado sobre la posibilidad de que se produzca una integración económica en América Latina, el especialista dijo que “hay que ser realistas” y advirtió que no se producirán grandes cambios en los próximos tres años.


“La protección no garantiza el desarrollo, pero el desarrollo sin ella es imposible”, sostiene Ha Joon Chang. El economista y profesor de la Universidad de Cambridge es uno de los intelectuales más destacados de la teoría heterodoxa contemporánea. En libros como Pateando la escalera y ¿Qué fue del buen samaritano?, advierte que muchos países centrales ocultan su pasado proteccionista, mientras recomiendan recetas liberales a los emergentes. Chang visitó nuestro país y estuvo en el cierre del Congreso de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA). Al finalizar su exposición, dialogó sobre el modelo económico nacional y la situación de América Latina.


—Actualmente en nuestro país existe una fuerte discusión sobre el modelo productivo. Mientras algunos sectores sostienen que la actividad agroexportadora debe liderar la economía, otros pugnan por un mayor desarrollo industrial. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Cien años atrás la economía del país se basaba en las exportaciones de trigo y carne. La Argentina creció en base a ese modelo, pero esto ya pertenece al pasado. Si deciden quedarse exportando trigo y carne, van a quedar relegados respecto al resto del mundo. La actividad primaria no asegura un buen estándar de vida a la población, porque tiene poco valor agregado y baja capacidad de generación de empleo. Este sector puede llegar a ofrecer un aumento rápido de la productividad en el corto plazo. Pero su crecimiento tiene un techo. En los últimos cien años, el predominio del modelo agroexportador y la falta de una estrategia industrial hicieron que Argentina perdiera la oportunidad de estar entre las principales economías del mundo. Por eso es muy importante que se plantee este debate, siempre que sea en el marco de un diálogo abierto.


—¿Cree que la Argentina puede encarar una estrategia productiva?
—Lo que ustedes necesitan es impulsar el desarrollo industrial, y pienso que están en condiciones de hacerlo. Pero la competitividad no debe basarse en los bajos salarios, como sugieren los modelos liberales. La Argentina no es China. El bajo valor de la mano de obra no es una buena ventaja competitiva. El país debe invertir en tecnología, apostar a la producción con alto valor agregado. Para esto hace falta un Estado activo, que aliente y que promueva la investigación. Es un camino más difícil, sin dudas, pero resulta la única manera de encarar un verdadero crecimiento.


—¿Qué medidas deberían aplicarse para alentar a la industria?

Las políticas proteccionistas definitivamente van a ayudar a que el sector productivo se desarrolle. Por supuesto que todo proteccionismo encuentra hoy un límite en las restricciones que impone la Organización Mundial de Comercio (OMC). Por eso toda estrategia debe tener en cuenta este escenario. Es importante impulsar la industria sin violar las normas. No hay que olvidar que Argentina también forma parte del MERCOSUR y que debe respetar las políticas comerciales del bloque.


—¿Frente a la crisis mundial, es posible construir una estrategia regional en América Latina?—

La crisis global podría ser una oportunidad para la integración. Pero sinceramente no creo que se produzcan grandes cambios en el corto plazo. Cuando hablamos de una estrategia conjunta en América Latina, tenemos que estar pensando en un proyecto de acá a 50 años. Lamentablemente las economías de la región todavía no están suficientemente desarrolladas como para encarar un modelo conjunto al estilo europeo. La mayoría de los países aún depende de la exportación de commodities. Y la realidad es que no se puede construir un futuro de prosperidad basado en el intercambio de bananas (risas). Lo que hace que la Unión Europea sea efectiva es la diversificación productiva. Es eso lo que construye relaciones duraderas. En América Latina, en cambio, la integración es muy difícil. Muchos países tienen economías similares. Falta diversificación para lograr complemento y no competencia.


—¿Qué puede hacer la región en esta etapa?

Hay que ser realistas. Un modelo como el europeo no se va a producir en el corto plazo. Antes de pensar en la integración, Argentina y el resto de los países deberían enfocarse en el desarrollo de su propia industria. Aunque también sería bueno que se empezara a practicar una suerte de división del trabajo entre las diferentes economías. Brasil, por ejemplo, desarrolló una importante industria aeronáutica. Probablemente ningún otro país de la región pueda hacerlo. Argentina, por su parte, tiene un fuerte sector textil. Creo que cierto nivel de complementariedad puede lograrse en esta etapa. El problema es el sustento político para un proyecto de ese tipo. Estamos hablando de procesos lentos y muy complejos.


gentileza Revista ZOOM

No hay parto que no sea doloroso


Por Mempo Giardinelli

En medio de la crispación general y con visiones apocalípticas por parte de quienes temen ver afectados sus intereses, el proyecto presidencial de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual está por ser debatido en el Congreso como una de las leyes fundamentales que normarán la República en los próximos años.
Eso mismo explica la pasión con que se ataca, desvirtúa y distorsiona el proyecto. La ya frecuente actitud de oposición a todo lo que sale de la Rosada enturbia, antes que esclarece, una discusión seria. Y es que este debate es tan importante que puede decirse que estamos asistiendo a un final de época. Y ya se sabe que no hay parto que no sea doloroso.
El proyecto que envió el Ejecutivo responde a las expectativas que muchos comunicadores planteamos a lo largo de 25 años de democracia. La legislación de la dictadura, todavía vigente, es hoy un mamarracho jurídico insostenible, no sólo por su origen sino por las sucesivas enmiendas de todos los presidentes desde Alfonsín en adelante, incluyendo al binomio Kirchner, que sólo sirvieron para favorecer los intereses de empresarios amigos del poder de turno.
Pero también contiene, es cierto, puntos oscuros que deberán perfeccionarse en bien de la democracia y la información. Por caso, contemplar frenos estrictos a toda posible discrecionalidad y establecer controles plurales y democráticos. En ese sentido está muy bien que la oposición reclame cambios, garantías y seguridades antiautoritarias.
Pero lo que no está bien son las chicanas dilatorias. Esta ley puede y debe ser discutida en el Congreso, ahora mismo, porque es un parlamento válido y porque además el argumento de "esperar al 10 de diciembre" es demasiado sospechoso de posibles nuevos cajoneos.
Es indispensable, y urgente, que esta nueva ley se sancione porque moderniza y porque aún con sus posibles fallas es de claro sentido antimonopólico y democratizador.
La libertad de crítica y condena al Gobierno que hay en este país es única, inédita hasta ahora, y eso es buenísimo. Por eso las comparaciones con Venezuela son absurdas y ciertas histéricas reacciones, como estamos viendo, son patéticas: niegan, silencian, recortan y censuran, mientras dicen que está en peligro la libertad de expresión. Es lo que han hecho siempre.
Por su lado, el Gobierno tendrá que aflojar en puntos esenciales para merecer el apoyo incluso de sectores que hoy, por no quedar "pegados" con los K, son capaces de alinearse con lo más reaccionario del país. Hará falta mucha sabiduría y delicadeza para no cometer los errores de otras veces.
Pero hay que confiar en este debate, estimularlo y estar alertas como sociedad, aunque no de manera paranoica ni belicista. Ya hemos ganado muchísimo los argentinos: discutir esto que hoy discutimos era impensable hasta hace sólo cinco años. Enhorabuena.

el autor es escritor . y la nota la realizó para La Nación ( esperemos que el socio de Clarinete no nos haga una denuncia por colocarla en el blog ......)