domingo, 13 de septiembre de 2009

El monopolio, sin la bendición de Dios

MIRADAS AL SUR - El proyecto de ley de Servicios Audiovisuales que se debate en el Congreso es “un paso adelante para los que hoy no tienen voz”. La definición, en boca del vocero de la Conferencia Episcopal Argentina, significó un duro revés para el poderoso lobby del Grupo Clarín.

El poderoso lobby que el Grupo Clarín desplegó contra la ley de Servicios Audiovisuales sufrió esta semana un duro revés cuando la Iglesia Católica se desmarcó del multimedios y el vocero de la Conferencia Episcopal Argentina, presbítero Jorge Oesterheld, declaró que la ley que se debate en el Congreso es “un paso adelante para los que hoy no tienen voz”, al permitir que las organizaciones intermedias, universidades e instituciones puedan tener acceso a medios de comunicación y agregó que la creación de “radios comunitarias coincide con las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia”. La nueva postura de la Iglesia implica un giro copernicano respecto de la actitud inicial, cuando la jerarquía religiosa cedió ante la presión del lobby mediático y opositor y apareció alineada con el reclamo que se pospusiera el debate para después del 10 de diciembre.

“Radiodifusión: la Iglesia pidió que la ley la trate el próximo Congreso”, tituló el pasado 29 de agosto el diario Clarín. Las letras de molde que ocupaban todo el ancho de la página eran una respuesta al anuncio formulado el día anterior por Cristina Fernández de Kirchner de que enviaría la ley al Congreso para su tratamiento.

El artículo de Clarín estaba ilustrado con una foto del obispo de Mercedes-Luján y presidente de la Comisión Episcopal de Comunicación Social, Agustín Radrizzani, que había asistido a la cena mensual de la Asociación de Entidades Periodísticas (Adepa).
Radrizzani es uno de los miembros de la jerarquía católica que más diálogo mantuvieron con el Gobierno, aun en los momentos más tensos de la relación entre Néstor Kirchner y Jorge Bergoglio. El prelado –que había estado en el teatro de La Plata cuando la presidenta presentó el anteproyecto de ley– no había asistido al anuncio en la Casa Rosada y horas más tarde se presentaba en Adepa.
El artículo de Clarín generaba la sensación de que la Iglesia se había alineado con el pedido de la oposición de que la ley no fuese tratada por el actual Parlamento. La nota ponía en boca del obispo Radrizzani frases –que no estaban entrecomilladas–, que no correspondían de manera textual al sacerdote que aparecía en la foto, sino al discurso del propio Clarín.

Lo curioso es que el obispo Radrizzani no hizo estas declaraciones desde el púlpito de una Iglesia, sino desde el atril de Adepa, una entidad en la cual el Grupo Clarín tiene un explicable protagonismo. Tampoco lo hizo por voluntad propia o divina, sino en respuesta a una intencionada pregunta de uno de los prestigiosos miembros de Adepa. Pero lo más llamativo es que aquella opinión de Radrizzani que generó un título de catástrofe en Clarín y en algunos otros medios, no fue divulgada por un comunicado del Episcopado sino distribuida a través de un comunicado de Adepa.
De todos modos, en aquella cena, Radrizzani también recordó a los empresarios las palabras del papa Benedicto XVI cuando dijo que “las nuevas tecnologías deben estar al servicio de todos y especialmente para los más débiles”.
La declaración de Radrizzani en Adepa, a la que se sumó la del obispo Jorge Casaretto, que además preside la Comisión de Pastoral Social, que equivale al ministerio político del Episcopado, pusieron en práctica aquella máxima de “ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”; es decir al multimedios.
Además de los estrechos lazos que algunos miembros del directorio de Clarín mantienen con la cúpula de la Iglesia, el ex vocero del cardenal Jorge Bergoglio, Guillermo Marcó es uno de los más sigilosos operadores del grupo multimedios en el riñón de la Iglesia. Su vocación por ocupar espacios de poder es motivo de frecuentes fricciones con un número creciente de obispos. No es ésta la primera vez que el ex vocero del cardenal Bergoglio genera malestar en el petit hotel que aloja al Episcopado. En octubre del 2006 Marcó había dicho que “el presidente de la Nación (Néstor Kirchner) alienta los odios”. Esa declaración le valió una desmentida oficiosa en el sentido de que “los dichos del padre Marcó son estrictamente personales y no corresponden ni al Arzobispado ni a la persona del arzobispo”. Poco después el cura fue removido de su cargo como vocero. Ahora es responsable de la pastoral universitaria en Buenos Aires y realiza algunas actividades periodísticas –sanctas y otras non-sanctas–, vinculadas al Grupo Clarín.
El 7 de agosto último, Clarín tituló: “El Papa llamó a reducir el ‘escándalo’ de la pobreza en la Argentina”.
Pero el urgente mensaje papal no era tal: estaba fechado en mayo –es decir–, tres meses antes, pero ese dato fue omitido en Clarín y en la página web del Episcopado, para dar una falsa sensación que se trataba de un tema de acuciante actualidad.
Fuentes del Episcopado atribuyen a la mano de Marcó la difusión de las añejadas declaraciones del Pontífice sobre su preocupación por la pobreza en Argentina.
Nadie menciona a Marcó de manera explícita como lobista de Clarín en la sede del Arzobispado, pero esto se debe a que los sigilosos obispos no quieren darle a Marcó una relevancia que no le reconocen.
Paralelamente, los sectores progresistas de la Iglesia y particularmente aquellos vinculados a las emisoras católicas se movilizaron en favor de la ley que concede a los cultos la posibilidad de acceder a licencias de radiodifusión.
La propia Iglesia Católica tiene más de mil radios truchas en el país que cumplen distintos servicios, han celebrado congresos y funcionan en cada jurisdicción bajo la atenta mirada del obispo responsable. Sin embargo, esto no ocurre en todos los casos.
La radio del obispado a cargo de Radrizzani –en la que debieran difundirse las enseñanzas de la Iglesia–, tiene la frecuencia concesionada a un empresario privado que en la Capital Federal emite Radio Concepto. Muchos expertos en medios sostienen que la desidia –o los negocios– que signaron el desmanejo de medios de la Iglesia ha contribuido a la proliferación en el éter de sectas esotéricas, sanadores milagreros y al imparable avance de las emisoras evangélicas. En muchos casos, las emisoras abandonadas o subalquiladas por la Iglesia han sido sepultadas por el avance de otros grupos con intereses absolutamente terrenales.
Esta semana, el obispo Agustín Radrizzani, participó en la audiencia pública realizada en el Congreso para discutir el proyecto de ley. Su presencia anticipaba el simbólico viraje que se estaba produciendo en la Iglesia. Radrizzani consideró “de máxima importancia que el debate se dé en un marco de racionalidad en el que se garantice una participación plural de los ciudadanos y se evite cualquier manipulación de la información para beneficio de unos pocos”.
También señaló que “es tan importante cuidar que la economía no maneje la política de las comunicaciones, como cuidar que la política no busque intereses ideológicos ni económicos en la utilización de los medios”.
“Es primordial velar entre todos para respetar el espíritu en que la ley fue concebida. La participación plural y democrática deberá aparecer en el tratamiento y reglamentación de la ley, como también en su aplicación”, subrayó.
El cambio de postura de Radrizzani, y el desmarque de la Iglesia de la línea del Grupo Clarín no fue obra de un milagro. Todo lo contrario. Fue producto de sesudas meditaciones por parte del enigmático Cardenal Jorge Bergoglio. Con su bajísimo perfil, el andar apresurado y la voz tenue, Bergoglio es la encarnación del pragmatismo de una Iglesia que busca dejar atrás las sombras de un tortuoso pasado y reencontrarse con sus fieles.
Pese al intenso trabajo de lobby, finalmente primó el gris pragmatismo del Cardenal Jorge Bergoglio que evaluó que la Iglesia no puede desperdiciar esta oportunidad porque la ley beneficia a la Iglesia.

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