sábado, 29 de agosto de 2009

ECONOMIA Y ESCANDALO. NOTA DE REFLEXION.

Por Carlos Leyba*
El título económico de la semana que logró desplazar al del conflicto agropecuario y al del aumento de las tarifas de gas, fue la mención al escándalo de la pobreza que realizó el Santo Padre Benedicto XVI. Para la moral cristiana, para la Doctrina Social de la Iglesia , la pobreza, cualquiera sea el lugar y dimensión que tenga es un escándalo. Para la doctrina cristiana la pobreza sólo es virtud cuando es elegida en libertad. El Abate Pierre, fundador de Emaús, decía “quien no puede desprenderse de las cosas que tiene, no las posee, es poseído por ellas”. En esos términos la pobreza refleja el don de la libertad. Cierto. Pero no es esa la pobreza de la que hablaron el Papa, Néstor Kirchner, la oposición, el Cardenal Bergoglio, la CTA. No. Todos hablamos y estamos preocupados por el nivel y la resistencia de la pobreza en el Siglo XXI en la Argentina. La pobreza es consecuencia del desorden y la contradicción en la vida colectiva. Pobreza y despilfarro. Pobreza e inequidad. Son términos de la pobreza que escandaliza. Para resaltarlo si decimos pobreza y austeridad o pobreza y equidad, suena diferente. Estamos preocupados por la pobreza como carencia de los bienes y servicios imprescindibles para sostener una vida digna a la altura de nuestro tiempo. Una buena pregunta es ¿de qué pobreza estamos ocupados? Las palabras del Cardenal en el día de San Cayetano apuntaban a señalar que no nos estamos ocupando de la que tenemos delante de nuestros ojos. Los números lo indican. Pero además podemos agregar que la pobreza tal como la estamos viviendo en nuestro país responde a problemas sistémicos propios de una organización política, económica y social que o la produce o no la evita. El capitalismo, de este y el pasado siglo, ha podido en muchos países avanzados e incluso en otros que no lo son tanto, producir o evitar la generación de sociedades en las que la pobreza es sólo, en cierto modo, una excepción. No es nuestro caso hoy. Pero de alguna manera lo fue hace sólo 35 años. Volveremos sobre esto. La definición de la pobreza y la determinación de quiénes y cuántos son los pobres, en un determinado momento histórico y en una determinada geografía, no es una cuestión sencilla. Podemos caracterizar de manera diferente a la pobreza urbana, que es la que ha estallado en nuestro país en los últimos años; y podemos poner la mirada en la pobreza rural que, teniendo otras características, nos acompaña tal vez de hace muchos más años. Existe consenso acerca de que la medida del crecimiento, el aumento del PBI per cápita, no refleja adecuadamente el progreso de la sociedad. El cálculo del Indice de Desarrollo Humano (IDH), realizado por las Naciones Unidas, es un intento de aproximarse a medir el progreso social. Una economía puede crecer, en el sentido del aumento del PBI, y sin embargo no progresar, en el sentido de la medición del IDH. En una sociedad el crecimiento o aún el estancamiento del número de personas debajo de la línea de pobreza, es una medida de la regresión o de la decadencia social; es decir, de la pérdida de progreso. En ese sentido la convivencia del crecimiento de la economía, medida por el PBI, y del crecimiento de la pobreza, medida por el número de pobres, es no sólo el testimonio de un estado de decadencia o regresión social, sino una medida del escándalo. Pasando al terreno de las precisiones debemos señalar que no es fácil determinar el límite estadístico entre los que son y no son pobres. No es un problema menor porque, de alguna manera, ese límite estará determinado por visiones diferentes acerca de qué, cuánta y cuál carencia hace que a una persona la consideremos pobre. Estamos introduciendo una cuestión que se puso en la primera plana a partir de la alocución del Papa que, a su vez, vino a cuento de la tradicional colecta Más por Menos de Cáritas Argentina. Vayamos a la cuestión de los pobres en nuestro país. El hoy más que cuestionado INDEC sostiene que de acuerdo a los cómputos de precios e ingresos de la colecta de información que realiza periódicamente, el número de personas que en el país se encuentran en situación de pobreza alcanza al 15 por ciento de la población. Este porcentaje es más que duplicado por la mayoría de los analistas. El ex presidente Néstor Kirchner, el día jueves, comentando las declaraciones de Su Santidad, señaló que el número de pobres alcanzaba al 23 por ciento de la población. Por su parte la consultora Equis, del sociólogo oficialista Artemio López, estima que el porcentaje de la población debajo de la línea de pobreza es del 30 por ciento; la consultora SEL que dirige el economista Ernesto Kritz, ha estimado la pobreza en aproximadamente 32 por ciento y cifras similares estimo la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Finalmente, un centro de investigaciones de la UCA ha calculado la pobreza en el orden del 40 por ciento. La determinación de esos porcentajes depende, como dijimos, primero de a quién consideramos pobres y segundo de la fidelidad del método y de la información. Siempre hay diferencias de criterio, pero discrepancias de este nivel respecto de un dato estadístico son absolutamente inéditas. Y esto en sí mismo es un problema de extrema gravedad porque distorsiona el diagnóstico, el diseño y la evaluación de las políticas. Sabemos que hay muchos pobres, nuestras anécdotas de vida lo certifican, y no hay precisión de cuántos son, las cifras mencionadas también lo certifican. Para el INDEC los pobres son 6 millones; para Néstor Kirchner más de 8; para la consultora más oficialista 12 millones, lo mismo para la de mayor prestigio para estos temas en la City y para la CTA ; y finalmente para la UCA , estamos cerca de 16 millones. El ex Presidente, no sin razón, señala a la vez que durante estos años se han logrado fuertes reducciones en la pobreza si partimos de 2001/2002. ¿Pero son esos números derivados de la implosión de la crisis de la convertibilidad la base de una comparación relevante para, por ejemplo, medir el progreso? ¿O deberíamos observar el presente y pensar el futuro, a partir de comparaciones históricas que reflejen tendencias largas, hechos históricos estructurales, profundos? Es decir, observar la tendencia, la densidad histórica que va marcando huellas culturales en nuestra sociedad. Un primer abordaje es determinar si el número absoluto de pobres declina o aumenta. Puesto de otra manera, preguntarnos si la sociedad argentina está siendo más decente, o mejor, en el transcurso del tiempo; o más bien lo contrario. La cuestión es ¿podemos decir progreso o debemos reconocer decadencia? El de decadencia es un concepto que adquiere sentido a partir de la existencia de un tiempo anterior de progreso. Vamos al punto. En 1974 el número de pobres en la Argentina era 1 millón de personas. El 5 por ciento de la población. Era la cuenta que hacía el INDEC cuando no había discrepancias acerca de sus métodos, sistemas y cálculos. Todos los especialistas, la política, el mundo de los negocios, reconocían los números del INDEC como las estimaciones más aproximadas de la realidad. No había otras. En aquél entonces la tarea de los consultores era pronosticar cuáles serían los números que luego habría de determinar estadísticamente el INDEC. Dicho esto para validar que 1 millón y 5 por ciento de la población en 1974 es un punto de partida de consenso. ¿Qué pasó desde entonces hasta ahora? Para la respuesta vamos a dejar de lado los meritorios esfuerzos y resultados positivos, en términos de reducción de la pobreza, en distintos años dentro del período que va desde 1974 hasta hoy; y también los períodos en que los números reflejaron aumento de la pobreza. Dejamos de lado lo que ocurrió al interior del período largo. Vamos a tirar una línea recta entre el número de 1974 y los números de hoy. Más arriba, con los porcentajes de pobreza que cada una de las fuentes han estimado, determinamos el número de personas bajo la línea de pobreza implícito en cada estimación. Partiendo del millón de 1974 a la fecha hasta la estimación de los días que corren, podemos determinar la tasa de crecimiento anual acumulativa de cada estimación de pobreza del presente en relación a 35 años atrás. Para el INDEC la pobreza habría crecido al 5,3 por ciento anual; para Néstor Kirchner al 6,1 por ciento anual, para el oficialista Artemio López, el independiente Ernesto Kritz y Claudio Lozano de la CTA , al 7,4; y para los investigadores de la UCA al 8,2 por ciento acumulativo anual. El número de pobres se duplicó cada 14 años según INDEC; cada 12 años según Kirchner; cada 10 según Equis y SEL y cada 9 años según la UCA. La conclusión requiere recordar que la tasa anual acumulativa a la que crece toda la población argentina es de aproximadamente al 1,1 por ciento. A esa tasa la población se duplica aproximadamente cada 60 años. El número de pobres en la población crece más que el conjunto de la población; y la tendencia es que se duplica varias veces en el tiempo en que la población se duplica. Entonces la Argentina en estos 35 años se ha convertido en una fábrica de pobres. Eso es un escándalo que denuncia a la marcha de la economía y la política. ¿No hemos sabido, no hemos querido, no hemos podido reducir el número de personas pobres que había hace 35 años? Eso sí, los hemos multiplicado. Esa es la razón del malestar y la insatisfacción de los argentinos. Nadie progresa, en sentido humanista, en una sociedad que no lo hace. La campaña de Cáritas es “Más por menos” es un llamado a la solidaridad. Y está muy bien. Pero también es un llamado a la reflexión de la gravedad del problema, que no es de ahora, y de la necesidad de hacer una sociedad que sea la fábrica de hombres sin carencias. El desarrollo de todos los hombres y de todo el hombre. Esa es la misión de la política y de la economía. Para hacerlo la disciplina económica, el ejercicio de la política, requieren de un Plan. Un plan es ética en acción. El poeta, sacerdote, Ernesto Cardenal cantaba “la economía del futuro/será hacer la vida más hermosa”. Sin duda que hoy es posible aquello que fue realidad hace 35 años. Disponemos de muchísimos más medios para salir de la decadencia. Tenemos que recuperar la voluntad de progreso.
*Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Buenos Aires

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